Si existe un punto de encuentro entre las dos fotógrafas que forman parte del primer episodio de Muestrario, podríamos verlo en la necesidad como el motor de la búsqueda fotográfica de ambas. Las dos disparan de forma casi compulsiva, como si no hubiera nada más que hacer en el mundo. Sin embargo, lo hacen certeramente, construyendo un universo personal de sentimientos, movimientos, luces y sombras que hablan tanto de ellas y de su entorno, como de su método, en una suerte de reflexión meta que transforma al modo en la obra. Tal vez la fórmula Lasser-Scarcella podría resumirse en la creación de fotos como un método para la construcción de la memoria desde la dislocación emocional.

No en vano en sus fotos están ellas mismas, junto a la fauna y flora que las rodean, como relatos singulares que nos proponen reflexiones sobre nuestra relación con el tiempo y el entorno. Como imágenes de recuerdos, las fotografías que componen esta muestra destilan un espíritu común que propone maneras de conquistar, usar y representar.

La fotografía puede ser tanto un refugio del mundo, justamente a través de su representación, como un arma para luchar contra nuestro lugar en él. Puede ser una forma de resistencia. Como afirma Allan Sekula en El cuerpo y el archivo (1989) “la fotografía promete un dominio mágico de la naturaleza, pero también amenaza con la conflagración y la anarquía, con un reequilibrio incendiario del orden cultural existente". Lasser y Scarcella se apropian de este dominio y de esta amenaza, utilizándolos cotidianamente como los proyectiles de sus disparos.

Julieta Pestarino